Estado de la cuestión

¿Qué está pasando con nuestros hijos? Cuando leemos el periódico o escuchamos las noticias, vemos que una y otra vez se habla de los supuestos fracasos de los pedagogos. Sin embargo, no se aborda el verdadero problema.

 

Muchos padres están completamente desbordados. Tienen problemas personales, profesionales, económicos o de salud. O a duras penas se entienden con sus hijos porque no tienen una idea clara de lo que significa acompañar a un niño en la vida, ofrecerle protección, seguridad, confianza, amor y comprensión a raudales.

 

Por ello, a menudo los conflictos y problemas familiares y/o sociales no resueltos se descargan en el jardín de infancia o en el colegio. Con la esperanza de que los pedagogos los solucionen. Pero esa no es su función.

 

A esto hay que añadir que los niños de hoy en día no ̎ funcionan”  igual que los de hace diez o veinte años. Y es que han sufrido un cambio radical. No es que estén peor educados que antes, sino que nuestra sociedad ha cambiado en general, y aun cambiará más. La humanidad se encuentra en una encrucijada, y son muchas las personas que atraviesan graves crisis. Se ven obligadas a buscar y emprender nuevos caminos porque que los sistemas antiguos –incluidos los métodos educativos y pedagógicos– ya no funcionan. Este proceso de transformación también conlleva que cada vez más gente se abra a temas espirituales y nuevas maneras de ver las cosas.

 

Mientras que los modelos pedagógicos clásicos pretenden que los niños aprendan conocimientos, se integren en grupos y asociaciones y sepan  “satisfacer” las expectativas depositadas en ellos, la pedagogía alternativa educa a los niños como individuos a los que se permite descubrir y desarrollar su personalidad y sus capacidades.

La pedagogía espiritual, como nosotros la entendemos, va un poco más allá. Además de la transmisión de conocimientos y el desarrollo de la personalidad, también se centra en la autenticidad espiritual de los niños y los adultos. Los niños deben y pueden aprender no solo a descubrir y desarrollar sus necesidades como personas, sino también a reivindicar su disposición y capacidades espirituales. Cuanto más auténtico sea el trato de los adultos con los niños, más respeto y confianza obtendrán de ellos. También aceptan de otra manera aquello que se les transmite de manera sincera y auténtica.

 

En la pedagogía espiritual se parte de que los niños no son sólo  ̎almas dentro de un cuerpo físico ̎, sino que nacen con una sabiduría interior y una conciencia espiritual propias. Precisamente muchos de los niños de hoy en día tienen un enorme deseo de desarrollar y expresar su sabiduría interior y su espiritualidad.

 

La pedagogía espiritual crea las condiciones adecuadas para que los niños puedan experimentar sus necesidades básicas espirituales no sólo en el ámbito familiar, sino que esta parte de su personalidad y fuente de energía vital también tenga espacio suficiente en el jardín de infancia y en el colegio. No se trata de impartirles moralizantes asignaturas de ética o religión.

 

Se trata de descubrir y transformar, con ayuda de métodos espirituales, los bloqueos y las cargas de niños, padres y profesores. Sólo cuando los adultos acepten que cada cual puede y debe acometer su propia evolución, pero que también existe un camino común para el desarrollo de niños y adultos, se verán, comprenderán y solucionarán de una nueva manera los famosos “problemas con los niños”.