Status Quo

¿Resulta cada vez más difícil educar a los niños? ¿Crece el número de padres que fracasan en su tarea de educadores? ¿Nos parece que los niños son cada vez más problemáticos? ¿Confían cada vez más padres en que los educadores van a conseguir “enderezarlos“ de alguna manera?

 

En nuestra sociedad, con demasiada frecuencia, se tilda a los niños de malcriados, mimados, ruidosos, descarados, poco despabilados o vagos. Pero si reflexionamos un poco sobre ello veremos que no son propiamente los niños los que son difíciles o los que tienen un comportamiento llamativo. Muchos de ellos se limitan a reflejar los problemas y las cargas de su entorno social o la forma en que los adultos se relacionan con ellos. Cuando en el seno de la familia –consciente o inconscientemente- hay problemas –sean éstos visibles o no- los niños a menudo manifiestan esta problemática, la cual puede ser expresada a través de enfermedades, agresividad, retraimiento o comportamientos llamativos.

 

No obstante, también puede darse el caso de niños que crecen rodeados de cariño y de protección y que pese a ello tienen o dan problemas. No en vano se dice que “los niños son almas viejas que habitan pequeños cuerpos“. Estas almas vienen al mundo con distintas cosas que aprender, para crecer y desarrollarse. Y los problemas son, en sentido figurado, algo así como las piedras que se utilizan para pulir los diamantes y convertirlos en auténticas joyas.

 

Independientemente de cuales sean las causas de los problemas o de las dificultades para el desarrollo, los bloqueos y las cargas son a veces muy difíciles de detectar, asumir y de transformar en algo positivo.

 

En los modelos clásicos de educación infantil se adoptan medidas severas, se establecen estructuras y reglas de gran rigidez, se insiste durante años en la aplicación de los métodos “de toda la vida“ y se asigna a los niños el papel predeterminado de “pequeñas personas sin acabar“.

 

La educación alternativa proporciona algo mas de espacio a la personalidad del niño,  se fomenta y apoya el desarrollo de su propia personalidad individual y se atienden las necesidades propias de esa etapa vital.

 

Pero es la educación infantil espiritual la que supone un gran paso hacia adelante. No sólo deja espacio suficiente para que el niño pueda desarrollar su propia espiritualidad sino también para que puede desplegar toda su espiritualidad. La pedagogía espiritual parte de que los niños no son solamente “almas que habitan un cuerpo físico“ sino que son seres que vienen al mundo con una sabiduría interior y una conciencia espiritual.

 

Y precisamente los niños de hoy quieren que se les deje vivenciar y expresar esa sabiduría interior y espiritualidad.  Algo que no siempre es tomado en serio por los adultos y que por ello se convierte a menudo en una demanda ignorada.

 

La pedagogía espiritual tiene como objetivo reconocer las necesidades espirituales de los niños para luego procurar atenderlas. Por otro lado pretende reconocer y transformar con la ayuda de herramientas espirituales, bloqueos y cargas presentes en el seno de la familia. Los padres deben entender que cada uno de nosotros puede y debe evolucionar por si mismo haciendo su propio camino,  pero que existe a la vez un proceso de evolución común que comparten los adultos y sus hijos. Solo entendiendo esto serán capaces de ver de otro modo los problemas que viven con sus hijos y estarán en un punto de partida mejor para entenderlos y solucionarlos.